Una espesa niebla se adueñó de la ciudad apenas sonaron las campanadas y un frío mordiente cortaba la cara. Cumplimos con el ritual del año que finaliza y el siguiente que se nos presenta despacico, segundo a segundo, repleto de júbilo y promesas. Y al día siguiente o mejor dicho, en una basta prolongación de las mismas campanadas que nos hicieron felices, el temor de incumplir promesas, el temor de un ¿qué pasará este año?. El miedo a que el frágil equilibrio de la vida que construimos, se rompa este año. Es el mismo miedo de muchos años, es el pánico a que algo o alguien nos deje al descubierto, desnudos con lo que somos y descubramos que no es suficiente para resistir los vientos frios de la vida. A veces, echo en falta un Dios cercano y lo suficientemente humano para confiarle mis esperanzas, mis fracasos y mi presente, a veces penoso, a veces vital, armonioso y otras caótico...... Quizás por esa orfandad divina aprendí a comprender la naturaleza de la Vida y aceptar que, al igual que para resolver las ecuaciones matemáticas se descomponen los números a su forma más elemental, todo en nosotros mismos se comprende mejor si lo descomponemos en unidades simples e interpretamos nuestro mundo y el de los demás, de la misma manera.
Y es por eso que, en esta mañana fría del primer día de un nuevo año lleno de incertidumbres y que, entre todos tendremos que construir uniendo unidades elementales de nosotros mismos, ofrezco a quien quiera hacer uso de ella, mi sencilla humanidad si le sirve, para que edifique su propio futuro. De esta manera, sabiendo que es feliz o infeliz, afortunado o desdichado, formaré parte de algo más grande que mi propia existencia.
1 comentario:
Sencillamente divino. La vida debe ser como tú dices más sencilla de lo que parece. Hay que "descomponer" en pequeñas parcelas lo que nos depara para poder hacer frente a todo. Quizá yo no he sabido. Me hiperprotegieron de chica y ahora me vino grande lo que me ha tocado pasar. Un beso muy muy grande, Mary Paz Ramos.
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