martes, 16 de junio de 2009

MI CORTADITO CON TRES CHURROS

Se llama Sole y trabaja en un cafetería del centro. Suelo acudir con toda la frecuencia que las prisas del día a día me permiten. Pero cuando es posible, el cortadito de media mañana se convierte para mí en todo un ritual. En la percha situada en la entrada cuelgo la agenda, los problemas y los temas pendientes. Tengo, como no podía ser de otra manera, mi rincón preferido situado al final de la barra, en un lugar donde ésta se requiebra para dejar un hueco que casi nadie ocupa. Desde el otro extremo, junto a la cafetera, Sole me mira solícita con su sonrisa espumosa. Le respondo con un asentimiento silencioso y cómplice a su demanda. En apenas un minuto tengo delante de mí el cortadito.- ¿cuanta dosis de felicidad te sirvo este vez? Me pregunta abiertamente y con una sonrisa que le agradezco de corazón.
- Con tres churritos creo que estaré servido - le respondo-
Entrada a la cafeteríaSole habitualmente, tiene un semblante serio que no invita precisamente a la conversación. También es cierto que es una barra demasiado larga para ella sola y a menudo se tiene que multiplicar para atender ágilmente a los clientes.
- ¡¡ ah, bueno, eso es buena señal!!Su sonrisa efímera bien vale una buena confirmación, aunque no sea cierto, porque quiero imaginarme que para ella, como para mí, estos momentos son solidarios y gratificantes.
- Ya sabes que soy muy conformao!!!
Se rie y diligente como siempre va en busca de mis tres churros.
- Aquí tienes. ¡Que los disfrutes, chico!!
- Gracias, Sole. Así será.
Y en mi rincón, donde un sol temprano y frágil me acaricia el rostro, me voy tomando mi cortadito con una ligera espuma entre blanca y marroncita. Mojo entre complaciente y parsimonioso mis crujientes y aceitosos churros, a veces leyendo los titulares de prensa; otras mirando el deambular anónimo de la gente a través de ventanal, pero sobre todo, saboreando la crujiente corteza dorada del churrito empapado en un aroma de café y leche. A media taza, la espuma ha desaparecido y circulitos de aceite nadan por la superficie. Quedan apenas tres sorbos y en mi boca quedan aún livianos la mezcla de sabores y texturas que trato fijar como una sensación en mi mente. Una postal que recupero cuando el cuerpo pide socorro.Saco el importe y Sole acude una vez más con la mano extendida. - ¿ya está? -me pregunta-- Ya está -le contesto- - Pues que te vaya bien el resto del día.
Su deseo bien vale un buen sacrificio. El deseo de Sole bien vale un cortadito.
-Hasta otro día, Sole. Cuídate.
Y en la puerta me espera el resto del día que me echo a la espalda.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que parecido me pasa a mí... también yo encuentro mi momento sagrado en el ratito del café, que curiosamente, también es cortado.
Solo que el mío en en amor y compañía de mi amiga Inés; mi Inés: oidos, corazón, miradas... que no son sólo órganos, son Inés.
Compartimos la lectura del horóscopo, que buscamos ansiosamente en El Heraldo. Los otros clientes, compañeros, nos lo ceden amablemente si no lo "cazamos" con la suficiente agilidad, y ahí !Oh maravilla! encontramos el anuncio de apasionadas noches con inolvidables encuentros sorpresa, viajes de película, dinero, amor... todo está ahí, esperándonos a Inés y a mí... y lo que es mejor, ese instante de risa, de complicidad, de batería para el resto del día.

Salud, amigo.

Pablo Martin dijo...

buenoo, pero si en el fondo eres un romanticon, jejeje, pero eso de las gotitas de aceite ?? no te repiten despues los churoos ?? un abrazo, amigo.

Anónimo dijo...

Me encanta la "hora del café". Ese aroma inconfundible y el disfrutar a la vez de un paseito, bien por María Agustín, hasta el Calgary o el Baltax. En el primero tienen una bollería fenomenal y unos churros grandiosos y excelentes. Allí tomaba mi café diario, disfrutando con otras compañeras del Pignatelli. Otras veces nos íbamos al "Callejón", bar ya desaparecido, donde había unos bocatas "vegetales" para chuparse los dedos. El encuentro, el saludo, la sonrisa compartida entre gente conocida y compañeros, era lo que más me agradaba. Mis últimos años los pasé en Pza. de los Sitios. Ahí ya no fueron tan "placenteros". La situación laboral era "nefasta", carente de compañerismo. Teníamos a penas 20 minutos para el café. Opciones, pocas, con ese tiempo o te ibas a Hanna Friz (antiguo Mefisto), o al Coleccionista. Prefería al primero que no bajaban los jefes. En el Coleccionista, te podías encontrar a toda la jerarquía y en vez de "amenizar el desayuno" con suerte se te podía hacer un "nudo en la garganta". Con la sonrisa Profiden puesta, sonriendo sin ganas, porque no era el ambiente idóneo. Si quedaba algo de tiempo y había alguna "feria" de artesanía, rastro del cáncer, o cualquier otro evento te dabas una vuelta por la Plaza de los Sitios, o, te "encantabas" viendo los escaparates de "POPE", tienda por la que siento gran simpatía, auque los precios eran caros. Reconozco que eran piezas únicas, o bastante exclusivas.

¡¡¡Que benditos tiempos¡¡¡. Ojalá pudiera disfrutar de nuevo esos cafés en la compañía de mis antiguos colegas.

Un abrazo muy muy fuerte,Mª Paz Ramos-